Columna de opinión de David Toro Ochoa para Diario La República. (31 de mayo de 2019)
¿Es el proteccionismo la solución?
La respuesta es no. En días pasados el mundo de la tecnología y la economía en general se vieron conmocionados como consecuencia de la medida proteccionista tomada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La medida consiste en prohibir a empresas norteamericanas que mantengan sus relaciones comerciales con empresas chinas, a menos que estas cuenten con una licencia especial.
La referida medida afectó a la creciente empresa de tecnología Huawei, en la medida en que Google – proveedor del sistema operativo Android – y otras empresas que suministran a Huawei chips y otros componentes, dejarán de proveer al gigante chino. Lo anterior, se da con el fin de proteger tanto la seguridad como la economía nacional de Estados Unidos. Sin embargo, lejos de lograr beneficiar al país, podría producir efectos adversos a sus grandes empresarios y la economía en general, por las represalias que China pueda llegar a tomar.
Ahora bien, nuestro país puede enfrentarse a una situación similar -en una escala menor-, es decir, el ver su economía afectada como consecuencia de las medidas proteccionistas que tanto partidos de extrema derecha como partidos de extrema izquierda insisten en defender, porque consideran que es la única forma de impulsar la industria nacional.
Así, a inicios del mes de mayo se aprobó en el Plan Nacional de Desarrollo un arancel a las importaciones de las “prendas y complementos (accesorios), de vestir, de punto” y “prendas y complementos (accesorios), de vestir, excepto los de punto” de 37,9%. El único objetivo de este arancel es poder proteger a la industria textil, y evitar que cada vez sea menor la llegada de textiles de bajo costo que solo afectan a los productores nacionales.
Medidas como al anterior, únicamente afectan el libre mercado -principio contenido en nuestra Constitución- y lejos de favorecer a la sociedad en general, la perjudican. Esto, teniendo en cuenta que proteger excesivamente la industria nacional, impidiendo la entrada de empresas extranjeras, puede llevar a reducir la competitividad de las empresas colombianas, lo cual solo se traduce en un retroceso para el mercado, pues no existen incentivos para mejorar, se reduce la eficiencia y la aplicación de nuevas tecnologías.
Esta medida solo termina beneficiando a grandes empresarios por encima del interés general de los colombianos, pues los productores nacionales, así como los comercializadores de ropa nacional no son en ningún caso personas de clase baja, sino personas con dinero que verán un incremento en su patrimonio, en tanto que las personas de ingresos medios, bajos o nulos, se verán afectadas al no poder acceder ya a la ropa importada de precios más bajos y asequibles, sino verse limitados al pago de productos con precios elevados, que sin duda alguna no van a poder asumir.
Ya es tiempo de que nuestros políticos dejen de proteger los intereses de unos cuantos, por encima de nuestro libre mercado y libre competencia, y que, por el contrario, se empiece a promover la competitividad en los empresarios colombianos, trayendo dinamismo a la economía, innovando en las formas de producción y comercialización, logrando así una regulación del mercado basa en la libre oferta y demanda.
Ahora, lo más paradójico es que en medidas proteccionistas como éstas confluyen tanto los partidos de izquierda como de derecha. Una vez más, los extremos se atraen…
*Puedes leer la columna también en la Web de Asuntos Legales. Clic aquí.